Odio a Updike. Me aburre todo lo que tenga que ver con él. Es como una porción de mercurio: póngase una gota en la mano y trate de aferrarla. Se deslizará a un lado y a otro y no podrá cogerla, no sabrá qué hacer mientras corre por sus dedos. En cualquier caso, es muy amanerado. Hay una cosa que se llama estilo, y luego está el estilista. Yo me considero un estilista. Updike no lo es, porque tiene un estilo afectado que ni siquiera le pertenece. Sencillamente, siempre lo retuerce todo en cierto modo. Se nota lo artificial que resulta el vocabulario, se vuelve uno tan consciente de ello, se ve con tanta claridad en su manera de construir el relato que se pierde absolutamente el contacto con la narración por el efecto que produce el retorcimiento de la frase, la falta de naturalidad en la rima y el ritmo de ese "estilo" afectado que, en mi opinión, despoja a su obra de toda fuerza narrativa. Y así ha sido desde que por primera vez leyera su libro The Poorhouse Fair. En el momento en que lo leí, comprendí lo que pasaba, lo que andaba mal en su manera de escribir, y nunca me he apartado lo más mínimo de esa opinión. No ha hecho más que fortalecerse y hacerse más sólida cada vez.


En: Truman Capote, entrevistado por Lawrence Grobel y recogido en Conversaciones íntimas con Truman Capote, Anagrama, Barcelona, pág. 138 y 139, traducción de Benito Gómez Ibáñez.


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