Al insistírsele, Sabato muestra una inmediata gran admiración por Juan Rulfo y por Joao Guimaraes Rosa. En cambio, con el mismo instinto animal, no gusta de Lezama Lima, quien cayó, según él, en una literatura literaria. Dice que está lleno de "precipitaciones pluviales. Hoy día, escribiendo esto en lugar de lluvia me parece no sólo bizantino sino sospechoso". Desconoce la obra de otro escritor cubano bastante joven, Guillermo Cabrera Infante, pero de hecho se siente prevenido contra el título de su famosa obra: Tres tristes tigres, que le han dicho es un divertido trabalenguas. Sábato concluye, a partir de esta vaga información, que la literatura de Cabrera es sólo juego, o por lo menos lo parece, y por lo tanto no es una gran literatura. 

Alguien le aclara que Tres tristes tigres va mucho más allá de lo que el título sugiere (su juego verbal), y después de una difícil discusión -Sábato es un furibundo polemista, brillante y panfletario, demoledor e implacable-, confiesa que posiblemente puede estar equivocado. Aunque, un segundo después, una vez más está en guardia contra el cubano porque recuerda que en cierta ocasión leyó que Cabrera Infante confesaba que no le gustaban Balzac ni Dostoievski, escritores bastante admirados y casi venerados por Sábato.


En: Eligio García M., Son así: Reportaje a Nueve escritores Latinoamericanos, Editorial La Oveja Negra, Bogotá, 1982, pág. 131


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