Estuve leyendo las Soledades y el Polifemo: son activamente feos. Leí todo Polifemo: es horrible. Góngora, en Polifemo, se especializa en la fealdad vistosa. Le gustan palabras como corcho, escamas, chupar, vomitar, nácar y perlas. Le gusta un sistema de balanzas con platillos que se estabilizan, bajan o suben: si dice que algo es noble, otro es humilde, esto blanco, esto negro, todo articulado por palabras como aunque, no tanto, sin embargo, no menos. Esto es un error: como la literatura es una máquina, debe ser clandestina, un poco misteriosa. El de Góngora es un mundo de mecanismos verbales. No imagina lo que dice y es esencialmente grosero: escribir que el agua del Nilo vomita riquezas es una grosería y una estupidez. ¿Cómo no advierte que ese verbo no le conviene? Quería usar palabras latinas, y eso le bastaba. La idea que tenía del ingenio era bastante rara. Cualquier oposición, negro-blanco, muerte-vida, lo atraía y le parecía ingeniosa. Dámaso Alonso ha prosificado Las soledades, es decir ha quebrado los hiperbata y ha restituido la sintaxis, sin advertir que dejaba en descubierto la pobreza mental de Góngora.
En: Jorge Luis Borges, el 27 de febrero de 1982, recogido por Adolfo Bioy Casares en Borges, Destino, Barcelona, 2006, págs. 1567 y 1568.
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