Carta a Pepín Bello, París, 14 de septiembre de 1928


(…) A Federico lo vi en Madrid, volviendo a quedar íntimos; así mi juicio te parecerá más sincero si te digo que su libro de romances me parece, y parece a las personas que han salido un poco de Sevilla, muy malo. Es una poesía que participa de lo fino y aproximadamente moderno que debe tener cualquier poesía de hoy para que guste a los Andrenios, a los Baezas y a los poetas maricones y Cernudos de Sevilla. Pero de ahí a tener nada que ver con los verdaderos, exquisitos y grandes poetas de hoy existe un abismo. Abro el libro al azar:


San Miguel lleno de encajes
En la alcoba de su torre
Enseña sus bellos muslos
Ceñidos por los faroles..................... (Bueno y qué)


Precisa coge el pandero
Y corre sin detenerse........................ (Bueno y qué)


Preciosa llena de miedo
Entra en la casa que tiene
más arriba de los pinos
El cónsul de los ingleses.................... (Bueno y qué)

 

Silencios de goma oscura
Y miedos de fina arena ....................(Con esto se corre Baeza)


Hay dramatismo para los que gustan de esa clase de dramatismo flamenco; hay alma de romance clásico para los que gustan de continuar por los siglos de los siglos los romances clásicos; incluso hay imágenes magníficas y novísimas, pero muy raras y mezcladas con un argumento que a mí se me hace insoportable y que es el que ha llenado de menstruaciones las camas españolas. Desde luego lo prefiero a Alberti, que está tocando los límites del absurdo lírico y cuyos poemas vienen a ser esto:


Tataracha tararera
Barabacha Platko tira
Putupuntun tuputun
Perrian plan plan plan, pataplan.


Nuestros poetas exquisitos, de élite auténtica, antipopulacheros, son: Larrea, el primero; Garfias (lástima de su limitación y escasez de imaginación; sus efusiones serían divinas si tuviera sólo la mitad de fantasía que Federico); Huidobro, a veces el histrión de Gerardo Diego, y la verdad, los demás a mí no me excitan como al grupo de Mediodía.


En: DAVID CASTILLO/MARC SARDÁ, Conversaciones con José "Pepín" Bello, Anagrama, Barcelona, 2007, págs. 206-208



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